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Gabriela Zaragoza

El futuro es aquí y ahora


Recuerdo una tarde, hace muchos años, en que mi madre me dijo: “Uno tiene la edad de sus proyectos”. Se lo había escuchado a su maestra, la doctora en psicología Lía Lerner y le sirvió como disparador para proyectar su vida luego de jubilarse. Seguramente esto influenció para anotarse en teatro, clases de canto y coro y concretar los innumerables viajes que realizó con amigas. Fue para mí la comprobación de que proyectar significa vivir el presente.

Valga esta paradoja para comentar que varias veces he escuchado críticas a la frase vivir el presente o a la invitación a instalarse en el aquí y ahora. Es entendible. Desde la lógica de la mente nos atemoriza creer que, desde ese lugar, poco podremos hacer para labrar nuestro futuro.

Según mi experiencia, es todo lo contrario. El tema es que malinterpretamos el sentido profundo de vivir el presente. Porque estar conectado al ahora implica una práctica, la de saber quién está viviendo y elegir a cada instante. Saber cuál es nuestro entorno y sus necesidades, nuestras circunstancias y deseos, mirar alrededor y a nosotros mismos para conocernos y reconocernos a cada momento. Comprometerse con la vida y tomar decisiones implica estar centrado. Porque cuando uno está descentrado significa que no podemos escucharnos, que lo externo nos distrae de nuestro ser. La persona descentrada suele sentir que hace o se hace daño, que no toma buenas decisiones, que no está viviendo un buen presente. La puerta de acceso a un futuro en el que hay pleno presente en movimiento es estar instalados en el aquí y ahora. No hay nada más espiritual que reconocer la eternidad del instante.

Viene a mi memoria una paciente que amaba tejer y que estaba transitando los últimos tramos de una enfermedad terminal. Tejía una hermosa manta para su nieta a pesar de que sabía, mejor que nadie, que no lograría terminarla. Le dijo a su nieta: “está quedando tan bonita que quisiera que alguien la terminara cuando yo ya no esté. Seguro que no faltará en la familia alguien que lo haga”. Un ejemplo de trascender viviendo el presente y mirando al futuro.

Volviendo a la edad de los proyectos, proyectarnos nos hace sentir vivos más allá de la edad. Hoy, en nuestro aquí y ahora, tengamos la edad que tengamos, nos proyectaremos de acuerdo a nuestra manera de vivir el presente. Un adolescente desganado y desmotivado no puede proyectarse, mientras que un adulto optimista hace proyectos y los concreta. Hay culturas milenarias que proyectan plantaciones de árboles para generaciones futuras mientras que las sociedades posmodernas plantan para cosechar madera en diez años y duplicar la inversión como fin en sí mismo.

Habitar a conciencia nuestro aquí y ahora es la manera de proyectar en el futuro lo que somos hoy y lo que queremos del mañana. Con paciencia pero sin postergaciones. Con espíritu joven y con la voz de la experiencia como aliada. El futuro es hoy y hoy es el futuro.


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