Hace algunos años consulté al psicólogo y maestro de meditación Juan Manzanera, para que me sugiriera qué hacer ante una situación que no podía resolver por mi misma. Estaba muy atemorizada ante la posibilidad de comenzar una nueva actividad, que si bien me gustaba mucho, no solo me provocaba inseguridad y miedo sino también me paralizaba para tomar la decisión. Él me contestó: Juntá tus miedos y tus inseguridades, cargalas en tu mochila y comenzá cuanto antes. Mi primer reacción fue contestarle: Pero si siempre me decís que hay que ir liviano de equipaje, sacar de nuestra pesada mochila lo que nos traba para avanzar. Claro, me dijo, pero cuando no lo logramos, el camino es aceptarnos y avanzar a pesar de los obstáculos que nosotros mismos nos creamos. Cargar los obstáculos en la mochila y seguir a pesar de ellos.
En psicoterapia, no conviene atarse literalmente a las palabras ni a las fórmulas. En cambio, cuando escuchamos con el corazón, nos llega el mensaje que estamos buscando. Y nos cambia las palabras con que nos hablamos a nosotros mismos. Varias frases hechas se nos diluyen y abren paso a algo que podríamos llamar sabiduría.
Otras frases que habitualmente escuchamos también pueden confundirnos si las tomamos al pie de la letra: “ nuestros pensamientos crean nuestra realidad”, “somos responsables de lo que pensamos”... En muchas notas y libros de autoayuda solemos leer: “Pensá en positivo”. Si bien todas estas afirmaciones encierran un dosis de verdad y nos motivan, no siempre resulta fácil llevarlas adelante. Y en algunos casos, también se nos vuelven una carga extra.
Nadie es absolutamente dueño de lo que piensa. ¿Quién decide una mañana despertar sintiendo tristeza, pensamientos intrusivos o rumiando sobre algún conflicto que lo aqueja? Nadie. Pero sucede. Si en ese momento, además, recordamos la frase “pensá en positivo”, o alguna otra de las mencionadas, tal vez hasta nos sintamos culpables por no poder hacerlo.
Un opción sería, en este caso, aprender a observar los pensamientos y darnos cuenta que, aparezcan los que aparezcan, somos mucho más que ellos. Desde esa premisa y aceptando nuestras tendencias, podemos comenzar la práctica de
observarnos desde una perspectiva más amplia, no crítica, aceptadora de lo que se nos presenta como una oportunidad. No aferrarnos a los primeros pensamientos sino evocar emociones positivas.
Otra frase que se escucha con frecuencia en los talleres de autoconocimiento es: “en la vida todo vuelve”. Invitando a las personas a realizar buenas acciones y ser honestas, generosas y amorosas. Como si actuando así, la vida nos devolviera lo mismo. Desde mi punto de vista, la idea de ser generoso y buena persona nos hace más felices, eso es lo que “vuelve”, el gozo que generamos al ser de esa manera. Activar nuestro potencial y dar al mundo nuestra mejor versión también hace que mi visión del mundo mejore. Y por consecuencia, de todo lo que me rodea. Mis pensamientos incluidos.
Esta idea tiende a conectar con que debemos pagar de antemano un crédito para que la vida nos retribuya con la misma moneda. Ante ella, cualquiera podría preguntarse: ¿Y acaso Jesús, que era puro amor y bondad, por qué entonces murió crucificado? No siempre la acción correcta retorna como esperamos. De todos modos, lo importante no es actuar en función de la recompensa, sino como vía para armonizar lo que sentimos, lo que pensamos y lo que hacemos.
De ninguna manera esta columna niega la importancia de ir ligero de equipaje vaciando nuestra tortuosa mochila, trabajar sobre nuestros pensamientos ni intentar lograr la mejor versión de lo que somos. Propone una mirada amplia y más abarcativa. Entendernos mucho más allá de fórmulas que repetimos sin reflexionar y con las que a veces nos engañamos.