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Gabriela Zaragoza

¿De qué hablamos cuando hablamos de libertad?


¿De qué hablamos cuando hablamos de libertad?

“En la sociedad contemporánea, en la que somos más libres que nunca antes, a la vez somos también más impotentes que en ningún otro momento de la historia” denunció el sociólogo Zygmunt Bauman, quien acuñó el concepto de liquidez para definir a la modernidad, en la que el hombre libre se confronta a sus propios miedos y angustias que esa misma libertad despierta y puede llevarlo a la precariedad en sus vínculos y la falta de responsabilidad para asumirla. Bauman falleció a principios de este año a los 91 años, hasta poco antes de morir difundía sus ideas antiglobalización.

Nos creemos libres. Cada vez más. Incluso creemos que la generación Y –seguida de cerca por la Z- es más libre aún de lo que fuimos nosotros. Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de llibertad? ¿Estamos haciendo uso de la libertad de pensar o estamos boicotendo nuestra posibilidad de ser libres dejándonos arrastrar por la presión social?

Lo veo así: somos libres para acceder a la información que se nos ocurra a un click de distancia. Todo el conocimiento en nuestras manos, en nuestro escritorio. Ni siquiera pararnos a buscar un diccionario. Todo ahí, el mundo entero, en la pantalla. ¿Y qué hacemos? ¿accedemos al infinito de ofertas de contenidos maravillosos o nos adormecemos en vínculos estériles en las redes sociales? Lo mismo pasa con los medios de comunicación: cada vez más espacio de chismes sobre vidas ajenas sin contenido y menos información seria sobre lo que pasa en el país y en el mundo. Cada vez más panelistas impunes para opinar sin sustento y menos espacio para pensadores avesados. ¿Estamos eligiendo?

Si aceptamos que la la información siga convirtiéndose en un espectáculo para que se digiera más rápido y no de tiempo a rebelarnos ante las aberraciones del mundo postmoderno que se viene, estamos alimentando la posibilidad de dominación del pensamiento global.

O así: a la hora de vivir la adolescencia, los chicos son cada vez más “libres” (obligados) para ser felices, para no aburrirse, para disfrutar a full. Única consigna para pertenecer. Entonces la esclavitud al alcohol y a las drogas para cumplir con este requisito de felicidad se hace necesaria. Ambas sustancias se convierten en los primeros ansiolíticos y antidepresivos. No es preocupante para ellos, son palabras escuchadas en cientos de conversaciones de adultos. ¿Es libertad o aprendizaje por modelaje de algo que anda mal?. Para pensar…

O también: ­­­­­­Las nenas de 5 o 7 años se visten con brillos, ropa, plataformas y carteras de la misma marca que su mamá y hasta que su abuela que ronda los 50. Ya no hay diferencia en el tipo de vestimenta. Unificamos, sin rangos etarios, todas la misma onda, la misma marca. ¿Esto es libertad o tiranía? La consecuencia es quemar una etapa de la niña y que obviemos las edades y diferencias del ciclo vital de cada una. Para reflexionar…

Y en el caso de la política: ¿Somos democráticos libres y responsables? ¿Nos interesa ahondar en información que nos hable de los valores e ideales de los polítcos a quienes votamos? ¿O vamos adormeciendo nuestra capacidad de discernimiento buscando notas triviales? Después de un viaje del mandatario de nuestro país, ¿elegimos leer el “duelo de estilos” entre Awada y la reina de España? Desde hace años estamos comprando imagen. Sobre todo de los ´90 hacia acá: un político mediatizado, que se banaliza en los medios y adquiere modelos de mujer es más admirado y tiene más prensa. ¿Eso es ejercer nuestra libertad para defender la democracia? Para preguntarnos…

Ya hemos visto la película alemana La Ola –y si no la han visto, la recomiendo- donde un profesor demuestra que no estamos ajenos a ser llevados a nuevas dictaduras. Un experimento a través de tentadores eslogans en un colegio logran demostrarlo y va creciendo la necesidad de pertenencia y el aceptar la propuesta de esta bajada de linea, hasta el punto de convertirse en un monstruo violento e imparable.

La propuesta es pensar, siempre pensar. No dejarnos arrastrar para el lado de la impotencia que habla Bauman. ¿Todavía podemos hacer algo? Podemos decidir lo que hacemos, lo que consumimos, lo que votamos, lo que ofrecemos a nuestros hijos, lo que miramos y lo que leemos. Para hablar de libertad ejerciéndola de verdad. Y no creernos libres mientras estamos llevados compulsivamente a consumir modas y modos que nos esclavizan sintiéndonos libres. El peor de los peligros.


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