Quien tenga este libro en sus manos puede haberse acercado a él por una de dos razones. O por las dos. La primera, porque fue escrito por el Maestro Juan Manzanera. La otra, porque trata sobre la compasión, tan necesaria en estos tiempos. Cualquiera sea el motivo, el valor incalculable de esta lectura subyace en el filoso talento con que su autor describe los enredos en los que cae la mente al creernos compasivos.
Cuando conocí a Juan, hace alrededor de veinte años, ya había sido monje budista, discípulo de Lama Yeshe, Lama Zopa y el Dalai Lama. Era psicólogo con varias especializaciones y había creado, hacía años, la Escuela de Meditación en Madrid. Yo ya tenía larga experiencia en la práctica meditativa, con varios maestros. No obstante, percibí en él algo diferente, más auténtico. Con el tiempo me di cuenta de que mi mayor aprendizaje consistía en intentar imitar su propia vida. Su coherencia es total y, sin dudas, muy difícil de encontrar.
Su vida misma es prueba incuestionable de que lo que predica, funciona. Comenzó su recorrido en una familia española de raíces cristianas. La conmoción que le produce tempranamente la muerte de un joven amigo lo lleva a preguntarse por el sentido de la vida. Este detonante hace que abandone su carrera de ingeniería y emprenda el camino del budismo tibetano, para luego ordenarse monje en Katmandú. Doce años después siente la necesidad de incorporar algo más para comprender la naturaleza de la mente. Deja los hábitos y decide estudiar psicología, sin abandonar su motivación principal de evolucionar en el camino espiritual. Nunca se apartó de la meditación, en la que siempre confió como instrumento terapéutico y la cual dictó para beneficio de los demás. Su vida ha sido y es una búsqueda incansable hacia la verdad última.
A pesar de que vivimos en una época en que proliferan famosos gurúes, infinidad de talleres para el crecimiento personal y cientos de abordajes terapéuticos; el individualismo materialista, la desesperanza y el sufrimiento siguen cobrando fuerza. Creo que, más que profundizar la práctica en la vida cotidiana, las personas buscan experiencias o fórmulas para obtener resultados inmediatos. Elegir la Compasión. 21 días, en cambio, es un libro para buscadores intrépidos. Podemos haber meditado décadas o transitado años un “camino espiritual”. Nada sucederá hasta que no accedamos a ese momento misterioso en el que, con madurez y honestidad, decidamos dejar de engañarnos. Pero, ¿cómo crear las condiciones para madurar? A medida que recorramos las páginas, develaremos las claves para comprenderlo, y generar así los estados necesarios para que nuestra mente cambie. Es un camino directo hacia aquello de lo que llevamos huyendo toda la vida: dejar de sufrir. Este libro nos interpela fuertemente y nos confronta con aquellos errores que hemos repetido infinidad de veces. Lo leí con lentitud, lo digerí y sentí que leía lo que necesitaba leer. Probablemente, había escuchado a Juan enunciar estas verdades en muchas oportunidades, pero algo en su escritura hizo que sus palabras entraran en mí como una daga capaz de extirpar malezas arraigadas durante años o vidas. Por primera vez, creí desde las entrañas, lo que él siempre dice: la naturaleza luminosa está en todos. Puede que se tarde más o menos tiempo, pero cuando la motivación es despertar, la práctica nos conduce a ello.
Hoy, con este libro, Juan Manzanera vuelve con más fuerza y con la autoridad de un vasto recorrido dedicado a la búsqueda del Dharma, independientemente de cualquier dogma. Vuelve a mostrarnos que es un verdadero bodhisattva comprometido con la compasión para contribuir a la felicidad de todos y de cada uno. Es un texto que invita a reflexionar sobre nuestro potencial, que nos enseña el camino del cultivo de cualidades y nos ayuda a ser conscientes de los obstáculos emocionales que habitualmente nos limitan. Con explicaciones claras para la comprensión de cada una de ellas así como las meditaciones para practicarlas. La meditación, sin embargo, no es el objetivo final: la meditación es la preparación para la post meditación, para la vida misma. Porque lo más importante no es la experiencia de meditar, sino todo lo que ocurre antes y después de cada práctica.
En un mundo que muchas veces se presenta hostil, tampoco el libro deja lugar para el engaño: sólo podemos colaborar con la nobleza y la bondad en el planeta, cuando tenemos la madurez suficiente para no desequilibrarnos emocionalmente. Si combatimos la injusticia con violencia, queja, venganza o victimismo, será mejor que nos detengamos y practiquemos la compasión hasta lograr madurar. De lo contrario, por muy buenas personas que nos creamos, estaremos empeorando las cosas.
Ojalá que quien lo lea sienta como yo, la necesidad personal, humana y social, de convertirse en guardián de la compasión. Anhelo que seamos capaces de transitar los pasos por la huella que dejan estas páginas. Porque, a pesar de mis intentos y mis años de búsqueda, recién al cerrar esta obra, entendí que la compasión está en peligro de extinción y que de ella depende aprovechar la vida.
Gabriela Zaragoza
Buenos Aires, febrero de 2024
(este es el texto original del prefacio, el cual ha sido recortado para su edición)
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