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Basta de Hubieses...


“La mirada retrospectiva a través de los hubiera o hubiese sólo ofrece desilusiones” dice Juan Carlos Kreimer en la voz de Mario, el personaje principal de su novela El río y el Mar.

Recordé esta frase cuando, hace unos días, una paciente cuenta una parte de su adolescencia desde esa mirada, habitual en ella y muy humana, de “si yo hubiera hecho tal cosa” o “si yo hubiese decidido tal otra”. Ese planteo sólo la ayuda a sostener el guión de ser víctima de un pasado que podría haber sido diferente y esto, en verdad, es imposible. La sitúa en un lugar de debilidad y la incapacita para seguir andando el camino de la vida liberada de lastres.

En verdad, nada de lo que nos trajo hasta hoy se puede cambiar. Tampoco podemos cambiar quienes fuimos nosotros ni quienes fueron los otros en el pasado. Nosotros, la vida y los demás actuamos de cierta manera atravesados por las circunstancias que nos llevaron hasta ese preciso momento en que los hechos ocurrieron. Esto nada tiene que ver con negar u olvidar nuestra historia. La personal, familiar o social. Tampoco pasa por no hacerse responsables. Precisamente, el “si yo hubiera” o “si las cosas hubiesen” suele teñir un relato de culpa o victimismo, ambos estados emocionales inconducentes y paralizantes. La responsabilidad consiste en trabajar para no repetir en el presente lo que consideramos que fueron errores o equívocos y en dibujar un futuro donde ya no exista posibilidad alguna de hubieses.

Porque lo que sí está en nuestras manos cambiar, es la manera de leer nuestra propia historia. Mirarla con la intención de aprender, para modificar lo que creemos que nos llevaría a ser la persona más parecida a la que de verdad somos. Esa es la actitud con la que convertimos a nuestro pasado en un gran Maestro. Es darnos la oportunidad para que lo que fue pase a ser maestro del presente y guía hacia un futuro en el que seamos protagonistas de nuestra vida.

El psicólogo y médico norteamericano Milton Erickson lo sintetiza en una frase: “nunca es tarde para tener una infancia feliz”. La historia la hacemos a través de nuestra mirada y nuestras interpretaciones. Esto se refleja en muchos maestros y sabios que transmiten paz, armonía y felicidad y que han tenido infancias duras y de grandes privaciones. Al escucharlos relatar su vida, se percibe siempre una profunda y sincera aceptación. Leer de esa manera la vida es una característica de las personas resilientes, aquellas capaces de adaptarse e incluso salir fortalecidas de situaciones adversas.

No dudemos en estar atentos para despedir de nosotros aquella lectura que limita nuestra posibilidad de ser felices y abrirnos a aprender de lo que fue para entregarnos con libertad y sin ataduras a lo que es. Sirva esta lectura para la vida personal, familiar y de la sociedad en su conjunto.


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