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El amor de pareja


El siglo XXI trae consigo cambios de paradigma y la velocidad del cambio es cada vez mayor. Nada es ajeno a este vertiginoso devenir y el desafío es navegar conscientes para no dejarnos llevar y elegir cómo queremos vivir más allá del oleaje que intenta arrastrarnos.

La pareja y el matrimonio, como todos lo vínculos, también está cambiando. Y en esta nueva era, se espera mucho más que una sociedad para toda la vida: una pareja más auténtica, complementaria, cooperativa y amorosa. ¿Qué significa esto? Cada uno buscará su respuesta y para eso, vale la pena detenerse para resignificar qué esperamos de un vínculo amoroso o de pareja.

En las generaciones pasadas, donde el matrimonio se sostenía por infinidad de razones socio culturales, era fácil escuchar en una reunión de amigos o amigas quejas sobre el cónyuge achacándole la responsabilidad de una vida desdichada. Parecía que la infelicidad provenía del otro. Hoy no podemos engañarnos, la felicidad no depende de nosotros mismos. Esto no invalida que la manera de vincularnos con la otra persona pueda variar a lo largo de la vida y en cierto momento, por crecimiento o intereses que van modificándose, sintamos que seríamos más felices con otro tipo de elección.

Cuando hace unas semanas leí la entrevista en Infobae a Inés Garland (autora de la flamante novela “Una Vida más Verdadera”) me maravillaron la sensatez de sus palabras: “después de muchos años de matrimonio había cosas que le echaba la culpa, por decir entre comillas, a mi ex marido y cuando estuve sola me di cuenta de que había voces que le atribuía a él y que eran internas. Era yo la que me hablaba o me trataba de ese modo. Cuando pude cambiar la forma en que yo me miraba a mí misma el afuera cambió en su mirada sobre mí. Después, hay otro universo dentro del amor, que es el misterio enorme de estar con alguien y la alquimia que se produce con esa persona y qué saca de vos y qué saca de vos el otro”.

De las palabras de Garland se desprende que nadie puede hacernos desdichados, nadie puede hacernos sentir inseguros, nadie puede limitar nuestro brillo si antes no lo hemos hecho nosotros. O sea, nadie puede hacernos sentir ni sacar de nosotros lo que nosotros no somos. En ese sentido, podemos imaginar la pareja como un espejo: al sentirnos, por ejemplo, desvalorizados, es porque espejamos algo nuestro que nos hace sentir así. En ese caso, desprendernos de una pareja que nos desvaloriza no serviría de nada si no hacemos un trabajo profundo para dejar esa voz interna que antes se desvalorizó y permitió la desvalorización. O nos miramos honestamente como invita Garland, o echamos la culpa a nuestra pareja, o la dejamos y repetiremos el mismo patrón con una nueva pareja hasta que lo aprendamos –o no-.

Uno se enamora no sólo del otro sino de lo que uno es cuando está con el otro. Y ese enamorarse de lo que uno es no siempre es lo que nos hace bien o trae bienestar. Así como hay un “amor tóxico”, también hay un sostener lo tóxico que hay en nosotros a través de una relación que nos espeja esa parte. Con nuestra pareja de toda la vida, con una nueva pareja o solos, el desafío es saber quiénes somos, lo que queremos de nosotros mismos, dejar de ser a través de la mirada del otro y aprender a tratarnos bien y dar lo mejor de nosotros.

De esta manera podremos elegir con libertad sabiendo que “el buen amor se reconoce porque en él somos exactamente como somos y dejamos que el otro sea exactamente como es” como afirma Joan Garriga, psicoterapeuta especializado en vínculos de pareja, en su maravilloso libro El buen amor en la pareja.


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