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¿Dónde le duele? Conocernos es saludable


¿Dónde le duele? pregunta el médico al paciente en su consultorio. “En casa” responde el convaleciente con cara de resignación. Este diálogo de una viñeta del genial Tute nos hace sonreir al mismo tiempo que invita a preguntarnos dónde nos duele. Es que desde Descartes hasta hoy hemos concebido al cuerpo separado de la mente. Aunque la tristeza se convierta en lágrimas, el miedo en retorcijones estomacales, la angustia en sensación de ahogo y opresión en el pecho o el estrés en taquicardia, nos cuesta mirarnos holísticamente y reconocer los síntomas como un todo que abarca mente y cuerpo. Los conflictos, los estados emocionales intensos y las situaciones complicadas que no expresamos a través de la palabra, la fantasía, la creatividad, el juego o en los sueños; pueden manifestarse como dolor y hasta como enfermedad. Muchas veces el resistirnos a la tristeza se traduce en cansancio físico. O una situación de nervios, estrés o tensión que evitamos sentir nos trae dolor de cabeza. Para mantenernos en equilibrio y seguir adelante, evitamos sentir y preguntarnos qué nos pasa y “ponemos” el cuerpo que finalmente hace síntoma y nos avisa algo. Tomamos un analgésico o un complejo vitamínico para seguir con los compromisos habituales y no nos damos tiempo para preguntarnos si hay algo más allá del síntoma que convenga atender. Así queda enterrada la verdadera causa y al tiempo se repite el círculo. Sepamos que nuestra manera de tomarnos la realidad y de actuar trae consecuencias. Hay muchas miradas que intentan explicar cómo impactan las emociones en el cuerpo, pero a pesar de la variedad de respuestas, ya no hay duda de que impactan: la salud es un tema integral. La relativamente nueva rama de la Psiconeuroinmunología demuestra que en la respuesta inmunológica intervienen además del sistema inmune, el sistema nervioso, el sistema endócrino y los procesos psíquicos. Deshacer hábitos que nos hacen daño es imprescindible para sentirnos bien. La medicina moderna sugiere hábitos saludables no sólo para el físico sino para la mente. Y cultivar las emociones positivas puede tomarse como parte de la medicina preventiva. Claro que requiere una importante decisión: la de mirarnos honestamente con deseo de entender lo que nos aprisiona el alma para poder disolver tensiones. La práctica constante del autoconocimiento y de rever nuestras elecciones y manera en que estamos llevando nuestra vida. La de hacer conciencia de nuestros actos, sensaciones y emociones. Porque, como dice Freud: “la voz del inconsciente es muy sutil, pero no descansa hasta ser escuchada”. Aprender a escucharla y preguntarnos dónde nos duele es integrarnos como personas y cuidar de nosotros mismos.


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