No te distraigas
Estamos bombardeados por lecturas, bloggers, frases hechas y sugerencias sobre cómo vivir mejor y ser felices. Así como generaciones anteriores estaban atravesadas por la cultura del esfuerzo y el deber ser –estaba bien visto “dejar la vida” trabajando, por ejemplo- la de hoy está signada, entre otras cosas, por el mandato de “ser feliz”.
Anoche en una cena compartida en una mesa de ocho personas, alguien preguntó “pero… ¿qué es ser feliz?” y las respuestas fueron muy distintas. Exactamente ocho: una visión diferente por cada persona. En lo único que coincidimos es en que la felicidad se está convirtiendo en un valor en sí mismo, por encima del “sentido”. Se volvió un bien de consumo, está de moda. Ser feliz se está transformando en “tener felicidad”. Creemos que podemos salir a “comprarla” y la fotografiamos y la subimos a las redes sociales… Si no la podemos sentir, al menos que podamos demostrarla. Paradójicamente, es un momento en el que las ventas de antidepresivos y ansiolíticos se han disparado; el alcohol funciona en muchos casos como el primer ansiolítico de venta libre y las drogas psicotrópicas aumentan en consumo. Evidentemente estamos buscando la felicidad en el lugar equivocado.
Nos formamos un imaginario entre todos de lo que es ser feliz, miramos y nos comparamos con lo que inventamos que otros sienten y corremos tras esa zanahoria. No hay tiempo que perder porque también escuchamos que la tenemos que vivir “ahora”: llegamos a estresarnos en busca de la felicidad. El apurarnos para lograr “un mundo feliz” nos hace perdernos en el camino. Porque el trabajo es personal, es dejar de mirar el afuera y buscar la llave dentro de nosotros. Haciendo silencio para escucharnos. Para aprender de nosotros qué nos hace bien y qué nos aleja del estado de bienestar, de la paz interior, de la conexión con nosotros mismos. Si nos detenemos con honestidad, notamos que poco tiene que ver con el exterior. La inmensa cantidad de libros de autoayuda, los talleres que promenten algo parecido a “aprende a ser feliz en cinco minutos” o las experiencias potentes que aseguran “sanación” muchas veces sólo logran distraernos. Volvemos sintiéndonos expertos teóricos, nos escuchamos a nosotros mismos con definiciones y fórmulas aparentemente claras y, al poco tiempo, nos desinflamos y buscamos otra experiencia que nos vuelva a dar un subidón de esperanza. El camino es más sencillo pero requiere perseverancia: La enseñanza es percibir qué hay aquí, qué es bueno para mí ahora. Teorizar y llenarnos de información deja pendiente apreciar lo que nosotros sentimos. Lo que realmente somos, lo esencial e importante PARA MI en CADA MOMENTO. Es una tarea personal. Nadie puede hacerla por nosotros, que alguien haya encontrado lo que lo hace sentir pleno no nos sirve de nada. Es uno quien tiene que percibir el mensaje propio. Cada uno tiene la responsabilidad de hacer el proceso. El proceso que nos lleva a una verdadera vida en sintonía requiere tiempo, dedicación y constancia.
Si pretendiéramos sentirnos saludables por leer cientos de libros de alimentación natural sería absurdo. Podemos concurrir a muchos talleres de cocina, retiros de días enteros consumiendo comida equilibrada, hacer terapias de desintoxicación y adquirir libros de yoga, pilates y ejercicios para tonificar el cuerpo pero no serviría de nada si no logramos sostener la práctica en el tiempo: cambiar hábitos e incorporar lo que sentimos que nos hace bien. Volver a casa con todo ese aprendizaje y sentirnos expertos no nos ayudaría en nada.
Somos un todo mente-psique-alma-cuerpo. Leer sobre alimentación no nos hace alimentarnos bien y ser saludables. Eso es claro. Pero es más fácil despistarnos y autoengañarnos creyendo que, por leer o saber mucho de psicología o espirutualidad, estamos en el camino de ser más felices. Hoy la propuesta es dejar de escuchar el mandato de ser feliz buscando en el diccionario social o de un otro la definición de felicidad. Y poder empezar a mirarnos: a qué nos invita la vida –ahora y en cada momento- y cómo respondemos desde lo más genuino, libre y amoroso de nosotros.
