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El amor menos pensado


El título coincide con el del film protagonizado por Mercedes Morán y Ricardo Darín, sí. Pero no es una nota sobre la película sino un intento de poner en palabras esto tan inasible y indefinible como el amor. Estamos acostumbrados a preguntarnos sobre el amor. ¿Estaré enamorada? ¿Te parece que se habrán enamorado? ¿La ama? ¿Dejó de amarlo? Pero… ¿Quién puede responder algo que no tiene definición si no es desde la metafísica? ¿Cómo podemos contestar algo que está tan plagado de interrogantes? Como dijo Emily Dickinson: “que el amor existe, es lo único que sabemos del amor”. Reconozcamos humildemente que no podemos saber mucho más. Lo que sí podemos preguntarnos es cuán madura es nuestra forma de querer. Nuestra madurez depende mucho de nuestra manera de amar. Un bebé tiene sed y necesidad de amor, lo requiere todo de su madre o cuidador. A medida que crecemos se espera que vayamos sosteniéndonos en nuestros propios pies y generemos recursos de autosostén. La transformación del bebé hacia el adulto sería la de un amor egoista y dependiente hacia un amor altruista y libre. Pero, cuestionémonos honestamente: ¿Cuántas veces al decir “te quiero”, en el fondo estamos diciendo “quereme”? ¿Cuántas veces esperamos que el otro nos “ame más que lo que nos ama” o “nos provea lo que necesitamos"? Algo así como un endeudamiento, como si debiera querernos más que lo que demuestra querernos. Una vez escuché a un terapeuta decir que suele haber un fantasma transgeneracional, un endeudamiento de amor a través de las generaciones. Como si sufriéramos de malos recuerdos implícitos y el otro tuviera que cargar con esa parte de nuestra historia y saldar la deuda de nuestros padres y hasta de nuestros ancestros. Cuando buscamos desde ese lugar el amor -algo bastante habitual y humano- el amor está condenado… No lo vamos a encontrar. Si vislumbramos eso, podemos notar que buscamos el amor alejándonos de nosotros mismos y, a su vez, sin acercarnos al otro. Si, en cambio, optamos por el camino de buscar nuestro ser, tal vez lleguemos a encontrar el amor adentro nuestro. Y esa energía volcarla hacia lo más profundo que vemos de nosotros: mirar lo invisible, eso que no es tan obvio. Usar esa fuerza vital y amorosa para ver nuestros condicionamientos, que nos hacen activar lo que sea que tengamos programado, aún a costa de nosotros mismos. Porque la verdadera libertad es lo contrario al condicionamiento: es llegar a conocer lo que somos y actuar en consecuencia. Y el verdadero altruismo viene de la mano del desapego: esa atención que se procura al otro más allá de nuestro interés y necesidad personal. El amor adulto es libre y altruista, ese es el amor que no es tramposo ni nos hace daño. Por eso me pareció tan atinado cuando en la película uno le pregunta al otro (sonriendo y usando el sentido del humor) si está enamorado y, al recibir un no como respuesta, salen a pasear libres de todo peso de "aquel” amor. Lo entendí como un gran paso que va desde la sed de amor al amor mismo.


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