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Comienzo de clases


El comienzo de las clases puede provocar en los niños y adolescentes cierto grado de estrés y ansiedad. Hay quienes tienen ganas de empezar y quienes experimentan angustia por volver al colegio. En cualquiera de los casos, es un tiempo que requiere de los padres un compromiso mayor y una atención especial. Siempre, claro está, de acuerdo a la edad y demanda de los chicos. Es un momento del año crucial para acompañarlos en el proceso que derivará en un buen desempeño psicosocial y educacional.

A los padres, en esta época en que arranca un nuevo ciclo, también se nos reactivan los pesos con los que cargamos la educación de nuestros hijos:

  • las expectativas de que a menudo los hijos se nos parezcan y así nos den la primera satisfacción, parafraseando a Serrat.

  • el deseo de que sean “felices”

  • La necesidad que tengan los amigos que nos parezcan apropiados.

  • El intento de que no sufran ninguna frustración.

Esto que se nos presentan a los padres, puede ocasionar una presión adicional en los hijos.

- En cuanto a las expectativas, es tan inconducente la sensación de no quiero que repita mi historia a ojalá pueda llegar a ser y hacer lo que yo no pude o querría que tuviera un camino parecido al mío. Este tipo de sentimientos arraigados y que generalmente se transmiten de manera sutil, hace que no podamos ver que en realidad nuestro hijo es una persona diferente a nosotros y estar atentos a sus propias habilidades y deseos. Recuerdo una escena de la película XXY (2007) en el que el personaje de Martín Piroyansky pasa mucho tiempo haciendo excelentes dibujos que nadie ve y es descalificado por un rígido padre quien hubiera deseado un hijo que siguiera su profesión de médico.

- El deseo que en apariencia es más buscado por los padres es que los hijos sean felices. Y esto se llega a convertir en mandato. Porque la felicidad como mandato se convierte en la exigencia de ser feliz. Pero ¿qué es ser feliz? ¿el consumo? ¿el éxito? La felicidad, tan importante como inexplicable, sólo se puede sentir al transitar la vida a la vez de encontrar un sentido a lo que hacemos. No es la meta ser feliz, es el camino que vamos andando. Al convertirse en meta y no saber dónde está podemos llegar a tapar esa exigencia con abusos de consumo –de play, de sustancias, de compras, de estudio-.

- Es habitual ver cómo los padres inclinan la balanza hacia el lado de los compañeros que creen mejor -sobre todo en el caso de niños pequeños-. Esto muchas veces nace del esnobismo social, de la opinión formada sobre los padres de los amigos o de lo que prejuzgamos de los chicos. Así, va gestándose en nuestros hijos un amoldarse al deseo de sociabilidad de los padres y anulando la propia capacidad de diversidad en las elecciones.

- Con la intención de poner a salvo a nuestros hijos de todo lo que pueda alejarlos de su bienestar, hacemos todo lo posible por que no se frustren. A lo largo de la vida se viven alegrías y dolores, éxitos y fracasos, momentos luminosos y otros oscuros. Nuestra capacidad de gestionarlos dependerá del manejo de las frustraciones que tengamos en la infancia. Es importante dejar que se equivoquen y acompañarlos en el proceso de tristeza que eso provoque para, luego, mostrarles que todo pasa y puede dejar un gran aprendizaje.

Haciendo un camino de introspección para desactivar estas cuestiones que muchas veces aparecen a manera de piloto automático, podemos activar lo que beneficia a nuestro hijos para ayudar a que el comienzo de clases sea menos estresante –las necesidades serán, repito, siempre acuerdo a la edad-:

  • Ayudar a una dinámica doméstica en la que puedan dormir las horas adecuadas y una alimentación saludable (incluyendo un buen desayuno)

  • Contar con el material requerido, ya que pueden angustiarse al no tener lo solicitado.

  • Si lo necesita, colaborar en la organización de la tarea. Aliviarlo organizándole una estructura diaria sin “hacer las cosas por ellos”. Limitar los horarios de la play y los juegos a un tiempo previamente estipulado y cumplirlo. Necesitan la estructura externa para lograrlo.

  • Estar disponible para el diálogo y mostrarse interesado en escuchar la experiencia y novedades de los primeros días.

Los padres y la familia pueden acompañar y aliviar la ansiedad propia de los primeros días de clases, que implican siempre un desafío y una novedad. Vivirlo con disponibilidad emocional y escuchando sus necesidades hará que el resto del año sea transitado con mayor armonía.


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