Francois Jullien el filósofo y sinólogo francés, estuvo invitado para ser parte del ciclo de conferencias de la Noche de la Filosofía 2018 que tuvo lugar el pasado sábado en el CCK. Su interesante charla se tituló “Tan cercano, tan otro ¿Qué significa conocerse?”. No duró más de 30 minutos, lo cual hizo que sobrevolara rápidamente este apasionante e inabarcable tema, aunque fue suficiente tiempo para despertar en el público un enorme interés y un agradecido aplauso.
Una pregunta inquietante que formuló, para luego adentrarse en el tema, fue ¿hasta qué punto estoy dispuesto a abrirme al encuentro con el otro? Partimos de una paradoja desde el momento en que para “conocer” al otro (que según los griegos es lo diferente a sí mismo) hay que mantenerse lejos. ¿Entonces, sólo la distancia permitiría conocer lo otro o al otro? Una condición habitual del encuentro es la asimilación, así como asimilamos conocimiento o asimilamos comida, asimilamos también al otro. Esto es: hacerlo similar a sí mismo. Desde el planteo de la asimilación en las relaciones, Jullien indaga si la relación completa el encuentro o lo traiciona. Porque si la relación asimila al otro, lo pierde como otro y lo intenta encontrar semejante a sí mismo (cuestiona incluso el mandamiento de amar a tu semejante como amar lo similar a sí mismo y sugiere que en la “familiaridad de la familia” no habría la necesaria distancia con el otro para lograr un verdadero encuentro). Siendo el otro todo lo que no es uno mismo y tomándolo así, el otro es lo desconocido (no similar) ¿Se lo puede descubrir? En este caso se lo podría descifrar. Es un movimiento que requiere salir del egocentrismo y buscar aproximarse al otro: estar fuera de uno y cerca –aunque lo suficientemente lejos- del otro. La vida humana existe y se enriquece en tanto existe el encuentro con el otro. Así, definimos la soledad como la incapacidad del encuentro. Cuando nos cuestionamos la contradicción de las relaciones y del encuentro podemos notar que estamos en busca de algo inalcanzable que, a la vez, nos hace vivir: por un lado parece imposible y, por otro, es necesario para existir. Aquí plantea entonces la necesidad de aceptar esos límites. En la medida en que seamos capaces de vislumbrar que, cuando el otro se perdió porque lo asimilo ya no existe el encuentro, seremos capaces de buscar trascender nuestro propio ensimismamiento. Seremos capaces de navegar esa brecha entre la distancia y la proximidad para crear vínculos empáticos y no simbióticos. Para tomar al otro como algo ajeno pero no opuesto. Como a alguien a descubrir y no para adueñarse.
El público estaba fascinado. Hubiera querido seguir deleitándose con la conferencia pero le dieron a Jullien la señal que había que terminar. Entonces, su última frase fue: Mi vida puede existir sólo si salgo al encuentro con el otro. Y existir tiene su raíz en exister: estar afuera de uno mismo. El encuentro requiere una proximidad con el otro y un desborde del sí mismo.