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La paz se aprende

La violencia se aprende y la paz también. En un país y un mundo tan convulsionado, decir que la violencia y la guerra son inevitables en los humanos, además de no estar comprobado científicamente, no nos conduce a mejorar nada. Si, en cambio, sintonizamos con la idea de que la cultura nos confiere una capacidad increíble de ir moldeando nuestros pensamientos, nuestras actitudes y nuestras acciones, podemos situarnos en el lugar de preguntarnos: ¿Qué puedo hacer yo para contribuir a un mundo menos violento? Y cada uno, desde su lugar, puede detectar lo que nos conduce a violentarnos. Qué creencias o dogmas nos llevan a ser intolerantes, a rechazar al otro, a ser rencorosos, a sentir ansiedad, miedo o culpa; todas emociones que se propagan como una enfermedad contagiosa y hace que sintamos hoy la tristeza de una humanidad dolorida. En lugar de luchar contra la violencia, es más útil intentar buscar caminos para construir paz a nuestro alrededor. En nuestro trabajo, en nuestros vínculos, en nuestras casas. Y no porque la realidad no sea injusta y temible, sino porque es la única posibilidad de sentirnos menos ansiosos y más sanos emocionalmente. No hay duda de que hay que encausar al sistema desde políticas de Estado que incluyan a la seguridad, y a la educación en primer término. Y no hay duda que son los líderes los que deben comprometerse a algo que parece no interesarles demasiado. Pero tampoco hay duda de que somos cada uno de nosotros los responsables de desarrollar habilidades que nos permitan expresarnos genuina y honestamente para contribuir en nuestro pequeño mundo, el que queremos. Es lo único que verdaderamente está en nuestras manos. Y esto no lo logramos señalando la violencia en el otro sino mirando la nuestra -que es la que siempre justificamos con grandes argumentos, intentando convencer al prójimo que para nuestra violencia no había alternativa posible. Eliminar la comunicación agresiva en nuestros vínculos, enseñarles a nuestros hijos con el ejemplo que se pueden resolver conflictos mediante la negociación justa e intentar vivir armoniosamente y no en continua tensión, será nuestra mayor contribución. "Ojo por ojo, y el mundo quedará ciego" es una de las grandes enseñanzas que nos dejó el pacifista Mahatma Gandhi. También este pensador nos transmitió que, para cambiar el mundo, debemos cambiar nosotros. Y para cambiar nosotros debemos mirar nuestra mente para modificar lo que en ella nos hace infelices. El camino tendrá obstáculos pero vale la pena, sortearemos las dificultades con la certeza de que nos espera un horizonte más armonioso, y que el efecto contagio en nuestro alrededor será el que nosotros proyectemos. Protejamos a nuestras familias, a nuestros amigos y a nuestro círculo de nuestra propia violencia. Reflexionemos para lograr los cambios afectivos y cognitivos que nos lleven a generar conductas que nos hagan más respetuosos, más empáticos y más tolerantes. Busquemos maneras de colaborar con la paz que necesita este país, que pide auxilio cada día.

Cronista-2014-04-25-La Paz.jpg


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