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Practicar lo que Sabemos

Que una persona vaya mucho al cine no lo convierte en cineasta. Tampoco quien escucha mucha música se convierte en músico. A lo sumo podrían llegar a ser un buen crítico de cine o crítico musical. Lo mismo pasa con la espiritualidad, el crecimiento personal o las religiones. No por leer cientos de libros ni por asistir religiosamente a misa o al templo que nos convoque llegamos a evolucionar como personas, ni nos convertimos en mejores ciudadanos. Prueba de esto es la difusión de incontables abordajes y propuestas para llegar a lograr una vida plena. O la enorme, y cada vez mayor cantidad de libros que se encuentran en las mesas destacadas de las librerías, acercando distintas herramientas que, en general, apuntan a lo mismo. Suelen ser diferentes miradas pero siempre enfocadas a los mismos temas. Nos sugieren vivir más conectados con quien de verdad somos, habitar el momento presente, agradecer lo que hay en lugar de quejarnos de lo que no hay, cultivar el dar en lugar de esperar recibir. Aceptar lo que la vida nos presenta a cada momento. Perdonar, respetar y comprender antes que confrontar, juzgar y criticar. Casi todos apuntan a lo mismo y, mucho más allá de una razón ética, representan, sin ninguna duda, un camino hacia la felicidad. Sin embargo, sabido es que no es lo que más practicamos. Y, en realidad, ahí está la clave, en la práctica. Es que ya todos sabemos lo que le hace bien al mundo, a nuestro entorno y a nosotros mismos. Nunca está de más recordarlo con libros, charlas, talleres o una nota como ésta pero, lo que de verdad es necesario, lo único que verdaderamente importa es que, de una vez por todas, tomemos la decisión y, como dijo Gandhi, ser nosotros el cambio que queremos ver en el mundo. Y para eso tenemos que, cada día, concretar lo que ya sabemos que es nuestra responsabilidad.

Llevémoslo al universo familiar. Para que una persona sea honesta, amable y pacífica lo más recomendable sería que se educase entre referentes que tengan esos atributos, que su seno familiar encuentre esas virtudes expandidas. No hay reglas fijas porque son muchos los factores que influencian pero, lo más habitual que suceda, es el aprendizaje por modelado o por imitación. Las emociones y las actitudes son, además, contagiosas. ¿Qué esperamos entonces para hacernos cargo de nuestra responsabilidad? Que cada uno piense sólo en sí mismo; porque sólo uno mismo puede alejarse de la crítica, de la mezquindad, de la queja, de lo banal, del consumo de cultura chatarra y destructiva. Cada uno puede decir BASTA a lo que consume y elige en su propia vida. Es hora de tomar la decisión y usar toda nuestra energía emocional y mental para poner en práctica esta tarea titánica pero necesaria como el aire, el agua y el amor. Hay un solo milagro que puede salvar a este mundo, a nuestro mundo. El verdadero milagro es que UNO MISMO cambie.


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