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Gaby Zaragoza

Senectud, Divino Tesoro


La neuróloga italiana y premio Nobel de Medicina Rita Levi-Montalcini, quien falleció en 2012 a los 103 años de edad, ha escrito -entre otros- un libro recomendable y fascinante sobre los dones reservados a la vejez. En el explica las investigaciones que han comprobado cómo la plasticidad neuronal persiste durante toda la vida y, gracias a esta propiedad el cerebro es capaz, por ejemplo, de compensar la pérdida de células con el aumento de ramificaciones y el uso de circuitos neuronales alternativos. Da claros ejemplos en los que las funciones que se pierden son ampliamente suplantadas por cuestiones sumamente interesantes para disfrutar de una vida plena. Y cuenta ejemplos de ancianos creadores como Pablo Picasso, Bertrand Russell, Galileo Galilei, Michelangelo Buonarrotti, entre otros.

La reflexión, experiencia y sabiduría que históricamente se le atribuían a los ancianos y que eran virtudes tan valoradas está claro que, actualmente, la sociedad moderna y tecnológica intenta negar y descartar. Estamos subidos a un tren donde no nos permitimos pensar qué nos beneficiaría fomentar para ser y tener una sociedad cada vez más justa y humana. Estamos aceptando la primacía de la rapidez sobre la lucidez: queremos resultados rápidos -que es lo que requiere el consumidor y la sociedad que lo “consume”-. Y eso sí que no podemos pedirle al anciano. El viejo es más lento. La experiencia, la prudencia, la sensatez y la mesura requieren de cierta madurez y de un juicio pensado y con sentido común. Para esto hay que meditar en el “tiempo” y aprender de lo vivido. Esto es lo que requiere un ciudadano responsable y una sociedad capaz de cobijarlo, acogerlo y protegerlo.

Es hora de tomar conciencia de qué sociedad estamos construyendo. La cultura se crea cada día y cada cultura tiene una mirada particular sobre los ancianos. Hay quienes los respetan, quienes los honran y reverencian y quienes los apartan. Seamos conscientes en qué sociedad queremos que nuestros hijos crezcan y “envejezcan”. Y veamos con honestidad si lo que estamos construyendo responde a ese lugar que queremos. Esa cultura la estamos creando hoy con nuestras acciones y actitudes.

Personalmente entiendo que lo mejor que podemos hacer es no escatimar esfuerzos para combatir la discriminación “por edad” que se basa en un prejuicio y en creencias que son producto de una sociedad que descarta y devora lo que no va al ritmo vertiginoso de un tren bala. Y recordar las palabras de Teresa de Calcuta cuando expresó “Siempre ten presente que la piel se arruga, el pelo se vuelve blanco, los días se convierten en años…Pero lo importante no cambia, tu fuerza y tu convicción no tienen edad (…) Sigue aunque todos esperen que abandones. No dejes que se oxide el hierro que hay en ti. Haz que en vez de lástima, te tengan respeto. Cuando por los años no puedas correr, trota. Cuando no puedas trotar, camina. Cuando no puedas caminar, usa el bastón… ¡Pero nunca te detengas!”.


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