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La Amenaza de Borges

“¿De qué otras forma se puede amenazar que no sea de muerte? Lo interesante, lo original, sería que alguien lo amenace a uno con la inmortalidad”. Esta frase genial del autor de El Aleph, Jorge Luis Borges, invita a una profunda reflexión y se puede aplicar a cualquier aspecto de nuestra vida. Si nos detenemos en el sentido de la misma, claramente es extensible a todo: disfrutar de un delicioso caramelo es sensacional, pero si tuviéramos que seguir comiendo caramelos hasta el hartazgo no sólo nos empalagaríamos sino que sería insoportable; ver una buena película es entretenido, pero si debiéramos verla una y otra vez ilimitadamente no podría tolerarse, salir a correr resulta estimulante, sin embargo si nos obligaran a correr sin parar resultaría todo lo contrario. Y, aunque cueste creerlo, esto es así para absolutamente todo lo que hacemos, porque hasta un cálido abrazo, infinitamente sostenido, dejaría de ser agradable. .. Y, sin embargo, sin detenernos a pensar esta visión indiscutible, pedimos que las cosas que nos gustan no se terminen y creemos que eso nos haría felices.

Nada más alejado de lo cierto. Además de ser una imposibilidad el hecho de que algo no finalice y cambie (ya decía Heráclito en la Grecia del siglo VI AC, adelantándose a los filósofos contemporáneos, que nadie puede bañarse dos veces en el mismo río), vimos en los ejemplos anteriores que las cosas DEBEN terminar para poder disfrutarlas. Podemos recibir cada amanecer como un nuevo comienzo porque, implícitamente, sabemos que luego del día vendrá el anochecer que nos permitirá cerrar la jornada y tomarnos un descanso… Desde nuestra intuición lo percibimos pero, cuando lo “pensamos”, aparece el miedo a perder lo que tenemos, a que termine lo que se está dando. Sin reparar que el final es condición excluyente para el goce. En culturas que dan más cabida a la intuición (esa mirada sabia y contemplativa), y que acompañan los ciclos de la vida con aceptación, viendo los finales como parte de otro comienzo, se percibe menores índices de ansiedad. Porque la ansiedad se genera en el presente pero por una cuestión que nos preocupa en el futuro y, muchas veces, es la necesidad de controlar lo incontrolable, pedir certezas donde hay incertidumbres y pretender la inmortalidad en lugar de aceptar que, como dice Borges, esa sería la verdadera amenaza que haría que nada en nuestra vida fuera lo que es. Esa ilusión de control es inconducente y nos constriñe, nos “aprisiona el alma” y nos insume una energía que dejamos de desplegar en otras áreas de nuestra existencia.

El secreto es saberlo y, hacer conciencia de que todo indica que la manera de entregarnos a cada situación que nos toca vivir es conocer que esa experiencia, sea buena o mala, está destinada a perecer. Probemos entregarnos a cada etapa sabiendo que lleva escrita la condición de su final. Mientras tanto, podemos saborear la vida con esa placentera sensación de estar hincando el diente en un delicioso manjar!

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