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¿Controlar es cuidar?


El libro Aquí y Ahora es una recopilación del diálogo epistolar entre Paul Auster y John M. Coetzee entre 2008 y 2011 en el que tratan temas íntimos y humanos y reflexionan con profundidad sobre los mismos. Entre los muchos puntos interesantes, me ha impactado una cita de Coetzee (hoy de 78 años): “Me he dado cuenta hace poco de lo fácil que nos resulta como padres, y sobre todo como padres de niños pequeños, decirles a nuestros hijos lo que pensamos de sus amistades: si aprobamos una amistad nueva o si vemos esa amistad como una «mala compañía» . Si yo pudiera empezar de nuevo mi vida de padre, sería más circunspecto en este sentido. Resulta injusto para una criatura el obligarla a intentar adivinar qué tiene la nueva amistad que la hace poco atractiva para el padre o la madre. La mayor parte del tiempo, lo que hace que esa amistad resulte desagradable está completamente fuera del radar de la criatura: el esnobismo social, por ejemplo, o alguna historia que circula sobre los padres de la amistad. A veces es la misma cualidad que hace atractivo al nuevo amigo —el conocimiento mayor de las cuestiones sexuales, por ejemplo— lo que repele a los padres”.

Me remite a una viñeta de Daniel Paz. La madre le pregunta a su pequeño hijo: ¿tenés compañeros nuevos este año?. Si, responde el niño. ¿Hay alguno que se porte raro? pregunta ella. No, responde él. ¿Y no hay alguno que sea diferente? sigue indagando la madre. Todos somos diferentes… Si no, ¿Cómo sabrían los papás cuáles son sus hijos?

En mi experiencia, actualmente se da una gran paradoja en cómo estamos acompañando a crecer a nuestros hijos. Veo menos cuidado y mucho más control. Menos pensar en lo que verdaderamente necesita el niño. Más necesidad de llenar, con los deseos y expectativas de los padres, el mundo del niño.

Digo menos cuidado porque se nos escapan de las manos cuestiones tan importantes como acompañarlos cuando incursionan en el mundo virtual, o, ya saliendo de la niñez y empezando la adolescencia, naturalizamos el alcohol como escape de la realidad y no nos animamos a limitar y “ver” lo que están viviendo. Y digo más control –en algunos casos percibo hiper control- de los lugares y las personas con las que están. Es dificil que el infante logre relaciones que no estén siendo “juzgadas” con los ojos del adulto. Hoy los niños tienen mucha menos oportunidad de estar con otros chicos a solas aprendiendo a vincularse sin que esté mediando un adulto que, con su mirada, etiqueta muchas veces y “estampa con un sello”. El que un adulto tilde de “diferente”, de “fuera del molde”, de “el que no te conviene” a un amigo de su hijo, hará que su hijo no incursione en la diversidad –entre otras cosas- y no experimente por sí mismo sus preferencias, sus elecciones, su libertad de conocer a los demás desde su propia necesidad y deseo. En lugar de ir buscando con quién desea estar, va amoldánsose al deseo de sus padres que, muchas veces, anula al propio deseo.

Por otra parte, quien siempre es “defendido” por un adulto, poco puede encontrar en sí mismo los recursos para defenderse. Está claro que el estilo de vida moderno complejiza esta situación. La inseguridad descarta que los niños vayan solos a la plaza a jugar. El bulling atemoriza a los padres. Las aplicaciones en tiempo real hacen que hipervigilemos a los chicos. Lo cierto es que antes les dábamos la mano al cruzar la calle hasta que llegaba el momento en que percibíamos que podíamos soltarla. Ahora ese “soltarle la mano” es más sutil. Acompañarlos a crecer es permitirles crecer. Es dejarlos de monitorear para que puedan experimentar la libertad de elegir y equivocarse –los errores son maestros de vida ejemplares-. Es estar disponibles y atentos a lo que cada edad demanda. Es conocerlos a través del vínculo. La inseguridad y los miedos de los padres pueden obstaculizar que vayan probando de a poco sus alas y, si no las van abriendo de chiquitos, será más dificil que las desplieguen en todo su potencial al madurar. Dificil tarea pero necesaria: acompañarlos y cuidarlos para que logren ser “ellos mismos” y no hologramas de nuestros miedos, deseos, prejuicios y expectativas. Ayudemos a que desplieguen todo su potencial desplegando también nuestra confianza en que podrán hacerlo.


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